El golpe sobre Brasil pone en crisis el proyecto político
regional de desarrollo autónomo cristalizado en el
MERCOSUR, el ALBA (ambos en un proceso de convergencia, con países del ALBA que
se incorporan al MERCOSUR), la UNASUR y la CELAC, en tanto Brasil es el
territorio principal, por su escala, del proyecto regional.
Lo que en realidad está en disputa detrás del juicio político a
Dilma Rouseff es el lugar de Brasil y Latinoamérica en el próximo orden mundial
en ciernes. Se da en un marco en el que el proyecto neodesarrollista
nacional-popular de Brasil transita una crisis, que en gran medida es de
envergadura regional.
Ello nos posiciona como bloque emergente en una encrucijada
histórica, donde se agudizan los enfrentamientos entre proyectos políticos
estratégicos en la región y Brasil por su escala e importancia es un núcleo fundamental
en disputa.
El eje central de las fuerzas neoconservadoras y neoliberales es
la discusión sobre corrupción, la demonización de la política y de lo público
estatal, en detrimento de los procesos de transformación nacional popular. Es
decir, la deslegitimación de la política como instancia de participación y
movilización popular, y del “estado” en tanto herramienta de los pueblos contra
el “mercado”.
Mediante la discusión sobre las formas políticas y la corrupción
se pretende desviar el eje político central que atraviesa a Brasil y a
Suramérica: soberanía o dependencia. Se compone una fórmula completamente
insostenible desde los datos de la realidad, donde lo público es igual a lo
corrupto e ineficiente mientras que lo privado y el “mercado” es igual a lo
íntegro y lo eficiente.
Basta hacer un breve recorrido por el sinnúmero de fraudes
financieros de los últimos años, revisar el sistemático lavado de dinero por
parte de los principales bancos transnacionales u observar el comportamiento de
los gobiernos y las corporaciones en las principales potencias capitalistas
para dar por tierra dicho razonamiento.
Tanto el ex presidente ‘Lula’ da Silva como la presidenta Dilma
Rousseff hicieron de la petrolera Petrobras un núcleo estratégico para el
desarrollo nacional autónomo –“el futuro de Brasil”— tras el descubrimiento de
nuevos yacimientos en 2006.
En Petrobrás –junto con el banco estatal de desarrollo (BNDES),
la estatal Eletrobras y su subsidiaria Eletronuclear, etc.— se anuda el núcleo
de poder del proyecto neodesarrollista nacional-popular de Brasil. Este está
conformado por un sector de la fracción de grupos económicos locales-regionales
(Odebrecht, Carmago Correa, etc.) y los cuadros políticos y estratégicos
neodesarrollistas; los sectores nacionalistas de las fuerzas armadas y del
complejo industrial-militar; las fuerzas populares y el PT en tanto partido que
articula y expresa con tensiones a dichas fuerzas y a las aspiraciones
populares.
Petrobras y el conjunto de las industrias estratégicas de estado
constituyen el núcleo fundamental para impulsar otra matriz productiva
nacional, que desarrolle las fuerzas productivas locales, otorgue independencia
económica y posibilidades reales de autonomía regional. Hoy en Latinoamérica
ese es el gran cuello de botella que transitamos y las burguesías locales
neodesarrollistas no van a resolver dicha cuestión: no sólo por una cuestión
ideológica, sino porque no poseen escala ni capacidad tecnológica para hacerlo.
De los presupuestos de miles de millones de reales, según la
investigación judicial se desviaba un porcentaje cercano al 3% para empresarios
y políticos. Entre los políticos investigados, la mayoría no pertenecen al PT
sino a partidos aliados e incluso opositores, quienes supuestamente recibían
los sobornos para asegurar gobernabilidad en el parlamento ante la falta de
mayoría propia del PT. El Partido Progresista, que forma parte de la coalición
de la presidenta Dilma Rousseff, es el principal partido investigado: el
Supremo Tribunal autorizó que se investigue a 32 de sus miembros. Le sigue el
Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), con siete miembros
investigados. El Partido de los Trabajadores (PT) mantiene seis de sus miembros
bajo sospecha. El opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y
el Partido Laborista Brasileño (PTB) tienen uno cada uno.
El blanco por parte la mayor parte de la oposición y de los
propios partidos aliados que empiezan a cambiar de bando, es el gobierno de
Rousseff. El objetivo es la caída de Dilma Roussef y la pérdida de legitimidad
de Lula, que es el hombre fuerte ante las elecciones de 2018. El PT, junto al
movimiento obrero, los movimientos sociales y el movimiento estudiantil siguen
representando la amenaza principal para las fuerzas neoconservadoras y
neoliberales.
No debe perderse de vista que el golpe sobre el núcleo
neodesarrollista nacional popular de Brasil se da en un escenario de
agudización de las contradicciones entre los polos y bloques de poder mundial.
Se da en una situación de debilidad del conjunto de los bloques
emergentes, donde influye de forma determinante la baja del precio de los
commodities, disparada a partir de la guerra civil en Ucrania y lo que el Papa
Francisco llama como el desarrollo de una tercera guerra mundial fragmentada.
Sin dudas, el plano de la guerra económica que no sólo se compone de sanciones
financieras, se ha profundizado como parte de este enfrentamiento global.
A partir de la guerra civil en Ucrania, la presión contra los
bloques de poder emergentes se ha profundizado. Las fuerzas del capitalismo
financiero transnacional, expresadas en el polo de poder angloamericano,
necesitan avanzar en un nuevo orden mundial y los poderes emergentes
constituyen una traba fundamental para ello, ya se traten de proyectos poscapitalistas,
neodesarrollistas o formas en transición.
La única respuesta que podemos dar a esta embestida neoliberal
contra la región es el camino de la UNIDAD y REORGANIZACIÓN del campo popular
para profundizar el proyecto popular latinoamericano para detener el avance del
proyecto financiero.
En el proceso de transformación que debemos encarar, necesitamos
desarrollar los bloques de poder periféricos y pensar en un Estado-continental,
con una industria y una matriz ideológico-cultural propia. Sin escala
Latinoamericana no es posible la liberación de nuestros pueblos: O constituimos
un Estado Continental Plurinacional Latinoamericano o seguiremos siendo
semi-colonias con mayor o menor nivel de desarrollo y capacidad de lucha para
mejorar las condiciones locales.