Por Gabriel Merino (Sociólogo,
UNLP, CEFIPES)
En primer lugar, significa que
estamos en un cambio de época, transitando un mundo multipolar en donde se
desdibuja el concepto de periferia y en el cual Latinoamérica, en tanto Patria
Grande, pasa a tener un lugar trascendente en el concierto internacional.
El mundo ha cambiado, las
relaciones de fuerza internacionales se han modificado profundamente tanto por
la expansión del capitalismo global como por la emergencia de bloques de poder
alternativos. Los viejos bloques de poder capitalistas de la posguerra han
perdido peso junto con el G-7 o G-8 como espacio de toma de decisión mundial.
La elección del primer papa de origen Latinoamericano, que después de mil años
no es europeo y que por primera vez proviene de la orden jesuita, da cuenta de
este cambio de época.
La elección del nuevo papa da
cuenta de un cambio en las relaciones de fuerza al interior del Vaticano en
contra de los sectores conservadores oligárquicos dominantes en la curia Romana
y a favor del espectro que incluye políticamente a distintos sectores que
podríamos denominar: conservadores populares, social-cristianos moderados, nacionalistas
populares. La lucha aparece como la curia italiana contra los extranjeros, sin
embargo este enfrentamiento recorre casi todos los territorios de la Iglesia,
incluyendo a la Argentina.
Habrá que ver si, como observan el
brasileño Leonardo Boff (teología de la liberación) y Hans Küng (teólogo
desplazado por el Vaticano), el nuevo papa logra imponerse en la práctica a la
estructura de la curia Vaticana italiana, o queda encerrado como el rostro
austero y humilde de la política del conservadurismo oligárquico. Lo cierto es
que las estructuras de poder de la Iglesia están dominadas fundamentalmente por
ese sector y que las órdenes que más influenciaron en los dos anteriores
papados, el Opus Dei y los Legionarios de Cristo, tienen enorme peso.
En un escenario multipolar, en
donde el Vaticano como bloque de poder estaba jaqueado desde diversos lados –la
crisis europea, el avance angloamericano sobre Latinoamérica junto al avance
del protestantismo, el debilitamiento de la vida religiosa en Europa, los escándalos
financieros, los problemas de pedofilia, etc.— la asunción de Francisco
constituye una apertura popular para recuperar la iniciativa y salir de un
lugar defensivo. Dicha iniciativa es encabezada por los jesuitas, como orden
fuertemente disciplinada, ortodoxa desde lo valorativo-doctrinario, con fuerte
mirada social a la vez que capacidad, influencia y cuadros en la esfera
económico-empresarial y política. Estos expresan, además, un “centro” político
socialcristiano, asentados en la doctrina social de la Iglesia.
Ello implica un cambio de imagen
del Vaticano que, en plana crisis global y al calor de lucha entre bloques de
poder por la configuración de un nuevo orden mundial, exalta a partir del nuevo
papa la imagen de la austeridad, la humildad, el cristianismo popular, la
pobreza material y la riqueza de espíritu. Es decir, frente al capitalismo
global angloamericano y su matriz ideológica asentada en el individualismo, el
consumismo, el relativismo y la opulencia, esta es una forma del Vaticano de
recuperar la iniciativa y poner a la Iglesia, y a la disputa en el plano de los
valores, como centro de una construcción político estratégica, por lo menos en
sus áreas de influencia. En este
sentido, se intenta construir una Iglesia más cercana al “pueblo” –reaparece
dicha categoría en el papa por sobre la de “gente”—, con una visión “progresista”
desde lo social y “ortodoxa” o “conservadora” en los aspectos morales y
valorativos. Proceso similar aunque con obvias diferencias al que se vivió con
el Concilio Vaticano II.
La implicancia en Latinoamérica
es decisiva. Latinoamérica es el lugar del mundo con la mayor cantidad de
feligreses de la Iglesia católica, con 501 millones sobre los casi 1200
millones de católicos. Indudablemente, este peso demográfico, se traduce en
peso político. Y también, uno de los principales territorios de fortaleza
económica y presencia empresarial de los sectores económicos allegados al
Vaticano. Domina en estos sectores empresariales (como al Asociación Cristina a
de Dirigentes de Empresa de la Argentina) la línea desarrollista moderada. El
accionar de la iglesia (particularmente de los sectores que hoy lograron poner
al nuevo papa) ha sido determinante para poner en juego proyectos
desarrollistas o “productivos” en la región, junto a los grupos económicos
locales y ciertos grupos europeos, como en el caso de Movimiento Productivo
Nacional encabezado por Duhalde con el apoyo central del grupo Techint y la
Unión Industrial Argentina, a partir de la crisis de 2001.
Con la nueva iniciativa Vaticana,
vuelve a ponerse en juego el concepto de la Patria Grande, el cual se enfrenta
tanto a las pretensiones Americanistas y su proyecto ALCA, como a las
pretensiones globalistas y su plan denominado Acuerdo del Pacífico, el cual
divide a Latinoamérica, aísla al MERCOSUR y obstaculiza la posibilidad de
desarrollar un bloque de poder propio, condenando al MERCOSUR a ser un área de
libre comercio subordinado al proyecto financiero global. Desde hace años esta
puja se cierne sobre Latinoamérica. En los 90’ estuvo encabezada por Juan Pablo
Segundo en su programa de capitalismo “productivo” o capitalismo con rostro
“humano”, por oposición al capitalismo salvaje que representaría la
globalización financiera neoliberal con núcleo en Nueva York y Londres. El
programa incluía la propuesta del jubileo 2000, para reprogramar y condonar la
deuda externa sobre los países más pobres. Este programa, localmente encarnado
en su momento por Duhalde, también proponía la construcción de la Comunidad
Sudamericana de Naciones, con la creación de un mercado interno regional y el
desarrollo de un bloque de poder Sudamericano, en oposición a las iniciativas
anglosajonas y lo que ellos denominaban el bloque “financiero”. En este
sentido, Bergoglio afirmó en 2005: “En las próximas dos décadas
América Latina se jugará el protagonismo en las grandes batalla que se perfilan
en el siglo XXI y su lugar en el nuevo orden mundial en ciernes.” También así debe comprenderse su postura con el
tema Malvinas.
El apoyo inmediato al Francisco
por parte de Correa, Maduro, Castro (los referentes del ALBA), así como también
por Dilma Rousseff y por Cristina (eje MERCOSUR-UNASUR), no sólo debe entenderse
por el protagonismo latinoamericano que implica la elección o por cuestiones de
índole diplomática, sino también porque acumulan en el mismo sentido en el
plano de las relaciones de fuerza internacionales. Por otro lado, se debilita
al interior de la iglesia Latinoamericana la línea conservadora oligárquica
estrechamente vinculada al bloque de poder americano y a los neo-conservadores
norteamericanos representados en el partido Republicano. Esto quiere decir que
se debilita el principal enemigo del proceso de transformación Latinoamericano (en
tanto necesita imperiosamente del control de Latinoamérica, su “patio trasero”)
al debilitarse una de sus alianzas.
A su vez, en el plano local y Latinoamericano
dicha política tiene un doble filo cuya resolución la veremos con el correr de
los días. Así como por un lado debilita al principal bloque opositor de los
procesos de transformación popular, este cambio puede significar el
fortalecimiento de sectores que pretenden contener o frenar dichos procesos, en
la medida que estos pretenden de trascender los límites impuestos por el
desarrollismo y los grupos económicos locales, tratando de fortalecer los
proyectos nacionales populares y latinoamericanos asentados en el trípode
Estado-Producción-Trabajo. En este sentido, el posible fortalecimiento político
a nivel regional de uno de los apoyos centrales del nuevo papa, que
sintetizamos como conservadurismo popular, puede jugar como un obstáculo a los
procesos de transformación popular latinoamericanos. Por otro lado, los
sectores denominados progresistas con una agenda más focalizada en derechos
civiles y reformas democrático-liberales que confluyen con los proyectos
populares podrán verse afectados.
Con el nuevo papa pierde en el
escenario internacional la derecha del social-cristianismo europeo,
representados en Merkel, Rajoy, Monti y Sarcozy, que hoy conducen políticamente
el bloque de poder del EURO asentado en el eje germano-francés. La nueva imagen del Vaticano, con su giro
popular, contrasta con la estrategia alemana de ajuste, privatizaciones y
saltos de productividad para ser competitivos en el capitalismo global, a costa
de las mayorías populares europeas. Por lo menos en el plano discursivo, es
decir, en el plano de la legitimidad y la construcción del consenso, aparece
una contradicción.
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