Documento de discusión del CEFIPES
(Centro de Estudios, Formación e Investigación en Política, Economía y
Sociedad), noviembre de 2012.
Por Gabriel Merino* y Ana Natalucci**
* Sociólogo, Docente e Investigador de la Universidad Nacional
de La Plata, becario CONICET.
** Dra. en Ciencias Sociales. Investigadora Asistente
CONICET. Docente Facultad Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.
Un debate y una consigna frecuente del campo popular –del
movimiento obrero organizado, de las organizaciones sociales-barriales, del
movimiento estudiantil, etc.— es el del “salto a la política”. Si bien en estos
últimos meses la consigna no es tan fuerte como en el pico de auge popular durante
los meses previos al triunfo de Cristina Fernández de Kirchner en 2011, sigue
siendo un eje de importancia en las organizaciones y en los militantes del
campo popular, incluso más allá de los que se identifican con el kirchnerismo. Y
si este debate sigue siendo central es porque estamos, por un lado, en esa
transición –lo que no quiere decir que necesariamente se llegue—, y, por otro,
porque se lo ve como una necesidad para profundizar.
Paradójicamente todos se asumen participando en
política, aunque al mismo tiempo se observan por “fuera” de la política. Así
formulado, la “política” aparece como el
sistema político-institucional al que hay que “llegar” como pueblo para ejercer
plenamente el poder.
Más contradictoria resulta dicha
afirmación cuando es pronunciada por organizaciones del campo popular que, a
partir del kirchnerismo, son parte de la alianza político-social en función de
gobierno.
Qué significa,
entonces, el salto a la política
Dicho sintéticamente, el estado es la relación de
fuerzas existente en un territorio, que se cristaliza en un conjunto de
instituciones, que a su vez administran las fuerzas existentes. Por lo tanto,
toda institución supone la objetivación de un proyecto político-estratégico.
Por ejemplo, a partir de que el proyecto financiero
neoliberal se impuso, creó nuevas instituciones, leyes y políticas, modificó
las existentes y destruyó otras: apertura comercial, privatizaciones, ley de
reforma del estado, carta orgánica del Banco Central, la convertibilidad, ley
de educación superior, ley federal de educación, etc. En un sentido más
general, el estado del proyecto financiero neoliberal es la forma que adoptó la
dominación del capital financiero y su conducción de un nuevo bloque histórico
de los que “viven de los que trabajan” contra los que “viven de su trabajo”.
La idea del “salto a la política”, desde la perspectiva
que nos interesa poner en discusión, remite al hecho de que un proyecto
político-estratégico pueda modificar a su favor la relación de fuerzas y
cristalizarse en la conducción del estado. Es decir, que pueda proponer y desarrollar
políticas públicas, impulsar nuevas sociabilidades que trastoquen los modos
regulares de relaciones sociales, construir una nueva sociedad, etc. En
definitiva, ser parte fundamental de las decisiones del estado que significa, a
su vez, la construcción de otro estado.
Por lo dicho, todo proyecto político-estratégico supone
la institucionalización por parte de la fuerza dominante de mediaciones que
permitan su desarrollo. Ahora bien, cuando dicho proyecto se pone en cuestión y
emerge una fuerza político-social contraria se produce una crisis, una suerte
de tensión entre la fuerza emergente que busca crear nuevas instituciones
acordes a sus intereses (por ejemplo, otra legislación laboral, otra política
educativa, etc.), y las instituciones ya existentes.
Bajo esta óptica podría explicarse la crisis de 2001,
esto es, se puso de manifiesto una disputa entre proyectos estratégicos de
distintas fracciones del capital, a partir de lo cual se produjo un cambio de
correlación de fuerzas –iniciado en 2002 y consolidado electoralmente en 2003—
favorable a un proyecto productivo neodesarrollista bajo la conducción de los
grupos económicos locales, con núcleo en la Unión Industrial Argentina, el
Grupo Productivo (UIA, CAC, CRA, SRA) y el Movimiento Productivo Nacional como
armado político transversal, cuyos máximos referentes eran Eduardo Duhalde y Raúl
Alfonsín. Estos pugnan por la consolidación del Mercosur como mercado interno
ampliado, la devaluación del peso, la pesificación de la economía, la
intervención estatal y el capitalismo con valor agregado e inclusión social. El
otro sujeto de la disputa estaba conformado por el proyecto financiero
neoliberal e integrado principalmente por los bancos, las empresas de servicios
privatizadas, ambos al girar sus ganancias al exterior proponían la
dolarización de la economía con el consecuente aumento de tarifas. Este cambio en
la relación de fuerzas evidentemente puso en crisis un conjunto de
instituciones (como la batería de programas y planes sociales focalizados,
ideas de autonomía de los espacios financieros, la convertibilidad de la
moneda) mientras creó o restituyó otras (paritarias, políticas sociales universales,
cooperativas, retenciones).
Esta disputa supuso la constitución de una alianza del
Grupo Productivo con fuerzas del campo popular, con movimientos sociales y
centrales de trabajadores que resistieron las políticas neoliberales en los
90’, dando lugar a un avance de estos intereses en el estado, en la influencia
para la definición de políticas y en los contenidos nacionales-populares que
fueron desarrollándose y fortaleciéndose en este proceso político. Vale aclarar
que este proceso no siempre mantuvo el mismo ritmo, sino que este fue acelerándose
según factores coyunturales.
Cuando el contenido social de la fuerza emergente es antitético
del dominante, la crisis del Estado es orgánica. Lo que emerge es un nuevo
orden social y, por lo tanto, un nuevo “estado”. Esto es lo que está en el
fondo de la discusión actual, de la transición actual y de los distintos
sentidos que se le da a la palabra profundización: mientras que para la UIA
significa la profundización y consolidación del proyecto neodesarrollista-industrial,
para las fuerzas del campo popular significa el avance hacia la “Justicia
Social”.
En resumen, la premisa del “salto a la política” supone
la posibilidad para las mayorías populares y sus organizaciones de intervenir
en los lugares donde se toman las decisiones, que afectan su vida cotidiana,
sus trabajos. Construir su comunidad como protagonistas centrales. Esta chance
en la historia argentina fue posible con el peronismo, de ahí la importancia
que este conserva en la memoria popular no sólo como reivindicación, sino como
expectativa que recuperar y orientar la acción política.
¿Qué actores saltan?
Lo que “salta” a la política son el conjunto de grupos,
fracciones y clases sociales populares excluidas o subordinadas. El salto a la
política es del conjunto de los trabajadores, que pasan de una situación
gremial y político-gremial para entrar en las luchas políticas por un proyecto
de país, lo cual incluye al momento gremial y al político-gremial, los potencia
pero los contiene dentro de una estrategia política.
El concepto de trabajadores es integral, refiere a “la
clase de hombres que viven de su trabajo”, lo cual incluye a trabajadores
obreros, técnicos, profesionales, científicos, changarines, etc.; que estén
ocupados, subocupados o desocupados; sean activos o pasivos; se encuentren
precarizados, flexibilizados, tercearizados, contratados como autónomos, etc.;
o sean estudiantes, futuros trabajadores en formación.
La articulación del conjunto de los trabajadores y la
constitución de su unidad estratégica en torno a un proyecto, hace a la
constitución del sujeto histórico de la transformación, es decir, del sujeto
con el cual transformar la sociedad, construir una nueva donde se trastoquen
los modos de acumulación del capital, de dominación política y de constitución
de subjetividades dominantes hasta entonces.
Dicho “salto”, como sucedió históricamente, implica a
su vez la consolidación de una alianza social con los sectores de la pequeña y
mediana producción, incluidos en el proyecto político-estratégico. Supone, en
definitiva, un esfuerzo de articulación que permita superar identidades
parciales en pos de la construcción de otras inclusivas.
¿Qué implica saltar?
El “salto a la política” implica la articulación de una
agenda general incluyendo a una heterogeneidad de sectores. Es decir, construir
un proyecto político estratégico para el conjunto de la sociedad, un plan desde
el cual construir otra sociedad, o, en términos de la realidad histórica nacional, profundizar el proceso de
transformación popular que se puso en marcha con la crisis de 2001 y la derrota
electoral del proyecto financiero neoliberal en abril de 2003.
En otro contexto histórico y bajo otras realidades, en
plena Resistencia, el Programa de la CGT de los Argentinos del 1º de mayo de
1968 (siguiendo el desarrollo histórico de La Falda y Huerta Grande) fue parte
de un proceso de salto a la política, en el sentido que venimos exponiendo. En
el mismo, el movimiento obrero no se expresó meramente como resistencia, como
negación a lo dominante, sino que pudo formular un programa justicialista para
construir, a partir de la experiencia histórica del peronismo, un proyecto de
sociedad forjado desde el propio campo popular.
El desarrollo de un programa político –de cómo
organizar economía, la educación, la salud, etc.– es el primer paso fundamental
del salto a la política. No es resultado de un mero ejercicio intelectual. Es
producto de una síntesis de la experiencia histórica y de un conjunto de
prácticas que se multiplican y dan un salto cualitativo para pasar de la
resistencia a un programa de estado. El punto de partida es la práctica misma y
la crítica que brota de ella.
De ahí surge la necesidad de articulación de una fuerza,
es decir, que el programa se vuelva fuerza político-social, salto a la política
y pasaje de las ideas a la acción en donde las distintas fracciones del campo popular
se encuentran descorporativizadas en lucha por un proyecto para crear una nueva
comunidad política. Esto no significa que no luchen por sus problemas gremiales
y políticos gremiales, sino que converjan en un proyecto político estratégico
para el conjunto de la comunidad.
Por otra parte, todo proyecto político implica la
articulación de ciertas “corporaciones” (en el sentido de entidades de
representación de intereses) que se enfrentan a un proyecto político que
implica la articulación de otras corporaciones. Es decir, en las luchas contra
el proyecto neoliberal, la crisis de 2001 y la emergencia en 2003 del
kirchnerismo implicaron la articulación de un conjunto de corporaciones tales
como la UIA, CGT y Movimientos sociales (desocupados, trabajadores informales)
versus ABA (Bancos extranjeros), privatizadas de servicios públicos, etc. Su articulación
en un proyecto político estratégico implica la superación del mero momento
económico-corporativo, el desarrollo de un proyecto de estado para el conjunto
de la sociedad, el devenir de lo particular a lo general.
Ello remite, necesariamente, a la formación de los
cuadros, ya que el salto a la política implica que los cuadros gremiales o de
los frentes sociales, que hasta entonces organizaban a su fracción en ese nivel
pasen a hacerlo articulando a las distintas fracciones del campo popular en torno
a un proyecto común. Esto es, organizar políticamente implica impulsar un
proyecto de sociedad en términos prácticos pero también en términos
ideológico-culturales.
Por lo tanto, el “salto a la política” implica el
desarrollo de los cuadros políticos e ideológico-culturales, “realizadores y
predicadores”, características que deben sintetizarse en una misma persona, que
organiza a su fracción gremialmente y tiene esa experiencia de lucha y
militancia (sociedad de fomento en barrios, sindicatos, centro de estudiantes,
cámara de pequeños productores, etc.). Es decir, el carácter principal de la
construcción debe orientarse de “abajo” hacia “arriba”, aunque exista una
dialéctica entre ambos momentos. En caso contrario, se trata de un mero gerente
de la política, que nunca organizó a nadie y por lo tanto su concepción no
tiene nada que ver con una popular.
Ahora bien, no alcanza solamente con el desarrollo de
un programa. Sin fuerza político-social con capacidad de lucha política ese salto
a la política no tiene chances, ya que este existe en tanto puede cristalizarse
en la práctica, en las relaciones sociales y en los territorios bajo otro
proyecto político.
Esta fuerza de mayorías, nacional y popular, que
articula a las distintas fracciones de los trabajadores y a las fracciones de
la pequeña y mediana producción, es la que lucha en el plano político social
(en la calle), en el plano político institucional (elecciones e internas de
partido) y en el plano político-cultural (batalla de las ideas).
Sin esto, toda pelea electoral o por cargos –que es la
forma restringida en que suele entenderse el salto a la política– debe estar
subordinada a un programa de la profundización del proyecto nacional, popular y
latinoamericano. Ello no depende de un líder y mucho menos de un grupo de
técnicos que gestionen el orden dado. Más bien, es sólo producto del pueblo
organizado, luchando y estableciendo nuevas prácticas desde el cual se
construye el sujeto de la transformación para la profundización.
El salto a la política de las mayorías implica nuevas
síntesis políticas, la construcción de una nueva identidad a partir de las
identidades existentes en el campo popular, en las distintas fracciones que lo
componen. En tanto es síntesis de las diferentes fracciones sociales
descorporativizadas también lo es de sus distintas identidades.
El elemento central del salto a la política es que las
mayorías populares construyan poder popular para organizar la comunidad
política. Por ello, las mayorías no “adhieren” sino que están comprometidas,
participando y organizadas en función de un proyecto propio.
Son estas mayorías quienes construyen los procesos
populares. De ahí que se afirme que había peronismo antes de Perón. La fuerza
de las mayorías populares es necesariamente anterior a su expresión
político-institucional (en cargos, políticas de estado, consolidación de un
movimiento político, etc.) por más que ello luego las refuerce y se establezca
a partir de allí una relación dialéctica. Incluso con el gobierno del estado,
no se puede ir más allá de lo que da la lucha, o el poder popular construido:
“Si no triunfo en la lucha no llegaré muy lejos en la acción de gobierno”.
En Resumen, sin lucha, sin construcción de poder
popular, sin organización política de las mayorías populares, sin proyecto
político que exista como realidad en la práctica territorial, sin “salto a la
política” no hay posibilidad de profundización y consolidación del Proyecto
Nacional Popular y Latinoamericano o de liberación nacional y social.
Felicitaciones por el contenido del trabajo, acertado aporte para el debate actual
ResponderEliminarEn relación a esta frase del texto: “Esto es lo que está en el fondo de la discusión actual, de la transición actual y de los distintos sentidos que se le da a la palabra profundización: mientras que para la UIA significa la profundización y consolidación del proyecto neodesarrollista-industrial, para las fuerzas del campo popular significa el avance hacia la “Justicia Social””.
ResponderEliminarSin dudas esta contradicción existe objetivamente, pero creo que hoy ambas partes conviven en un mismo bloque político social, con hegemonía del primero, y en una formación social, donde el capital productivista, intenta desplazar cada vez más al de su versión neoliberal. El proyecto actual intenta construir el predominio efectivo del neodesarrollismo industrial, sobre el capital especulativo, y fundar al Estado como relación de fuerza para asegurar dicho predominio. Lo que digo obviamente no es de mi agrado, ya que por definición me siento parte del campo popular, y de una profundización donde los trabajadores sean la parte dirigente, de ese par dialéctico unificado, que conforma hoy junto a la burguesía neodesarrollista, y los sectores de la burguesía mediana y pequeña.
Creo que un obstáculo a vencer es la ideología del peronismo, en tanto relación de fuerzas equilibradas, fifty fifty, o tal vez bonapartismo, no porque no sea deseable ante la salida del neoliberalismo, o en el primer peronismo, sino porque en un punto la contradicción no se sostiene, y es en ese punto justo donde es necesaria la conformación de una fuerza política y social, como la que definen en el artículo, y que es la única posibilidad para el cambio social.