miércoles, 18 de febrero de 2015

18F: la maniobra política detrás de la marcha


Por qué no marchar
Lo que se pone en juego mediante esta marcha son dos cuestiones estratégicas para el país que poco tienen que ver con “homenajear” a Nisman, más allá de quienes se acerquen por sus intenciones democráticas.

Para analizar esas dos cuestiones, primero es central reconocer el hecho de que Nisman, junto al espía Stiusso, eran hombres ligados a la CIA y al Mossad (servicio de inteligencia israelí), que por órdenes de la CIA y la Embajada norteamericana decidieron poner como blanco a Irán como culpable del atentado AMIA sin más pruebas que las de la propia CIA, y que decidieron mantener el encubrimiento sobre los principales autores del atentado.

Nisman hasta les pidió disculpas a los representantes norteamericanos por pedir la captura de Menem por claro encubrimiento, aceptando las órdenes de sus jefes del norte. Todo está documentado en el libro de Santiago O’Donnell “Argenleaks”, que publica los cables de la Embajada.

Además, debemos observar que la denuncia insostenible de Nisman, desacreditada por quien fuera jefe de la Interpol, Ronald K. Noble,  se hizo en el mismo momento en que el gobierno decidió desplazar a Stiusso y los suyos de la Secretaría de Inteligencia, debilitando la influencia de la agencia de Estados Unidos, la CIA. A su vez, justo cuando se profundizan los acuerdos con China y Rusia, los BRICS lanzan una nueva arquitectura financiera mundial, el yuan chino avanzan como moneda de reserva mundial en competencia con el dólar y la maniobra de los buitres no pudo cumplir el objetivo final de generar una crisis económica terminal en Argentina. 

También hay que observar que Nisman fue puesto ahí por el propio gobierno, expresando un acuerdo con los sectores neoliberales norteamericanos y británicos, que compartían junto a los poderes emergentes el  enfrentamiento con los neoconservadores.

Este acuerdo con el bloque global angloamericano se expresó en muchas áreas de gobierno (como en el Banco Central) y se puso en crisis a partir de 2011-2012 cuando los bloques de poder centrales se pusieron de acuerdo en que era necesario ir contra los del “SUR”, contra los bloques de poder emergentes que se habían fortalecido demasiado y que obstaculizaban el avance del capitalismo financiero global.

A partir de allí, tanto el ALBA como el MERCOSUR debían perecer, así como los gobiernos que sostengan una política de mayor autonomía. Para el “NORTE” América Latina debía ir hacia la Alianza Pacífico y el “capitalismo del siglo XXI”, es decir, volver a ser una región semi-colonial.

Por ello, una vez dicho esto, en realidad el 18F, más allá de los bien intencionados ciudadanos que concurran, tiene que ver con dos cuestiones estratégicas: 

En primer lugar se discute la geopolítica del país y su alineamiento en plena lucha entre potencias a nivel internacional contra los bloques de poder emergentes. “Occidente” y particularmente Estados Unidos e Inglaterra definieron un eje del mal geopolítico: China, Rusia, Irán, Venezuela, Cuba, etc. Todo acercamiento a dichos países, toda muestra de mayor autonomía, toda construcción de un esquema de poder que posibilite salir de las garras del imperialismo angloamericano, es visto como un desafío estratégico que no se puede permitir.

Y lamentablemente, el gobierno israelí y muchas de sus instituciones terminaron siendo una herramienta del imperialismo neoconservador en vez de expresar otras corrientes distintas al interior de sus pueblos.

Lo que está en disputa es si Latinoamérica, en un esquema de poder con los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), se integra de forma autónoma y construye un bloque de poder para lograr desarrollarse, industrializarse, defender sus recursos naturales y avanzar hacia la Justicia Social; o si la región debe resignarse a un papel subordinado, a ser una semicolonia, en el desarrollo del capitalismo financiero salvaje y global.

En segundo lugar, en términos específicos, lo que se discute es la transición política Argentina en un año electoral. Lo que está en juego es qué proyecto político estratégico gobierna nuestro país. Lo que se está construyendo es la legitimidad para un lado o para el otro.

Es decir, si por un lado sigue en marcha un capitalismo desarrollista nacional, que busca generar valor agregado e inclusión social, tener mayor independencia a nivel internacional, no someterse al capitalismo financiero global con centro en Estados Unidos e Inglaterra y construir un bloque regional. O, por otro lado, retroceder hacia un neodesarrollismo conservador conducido por los grandes grupos económicos locales, o hacia el neoliberalismo conservador para volver al esquema de poder que gobernó al país entre el 1976 y el 2001. Ambos tolerados y auspiciados por la Embajada.    

Además, existe un peligro mayor que observan los enemigos de los pueblos y algunos auspiciantes del 18F, que es que profundicemos hacia un proyecto popular del Estado, la Producción y el Trabajo.

Esto es, nacionalizar el comercio exterior, constituir el Banco del Sur, armar una moneda del Sur, construir una Petrosur, fortalecer el Consejo de Defensa del Sur, avanzar hacia la recuperación del Banco Hipotecario, desarrollar una nueva Ley de Entidades Financieras que termine definitivamente con la ley de la dictadura,  avanzar hacia una nueva Ley de Educación Superior, recuperar el complejo de Industrias estratégicas que asociadas al complejo científico tecnológico sean nuestros grandes núcleos de desarrollo nacional-latinoamericano.  

Esto que llamamos “profundización” es la única forma de resolver en términos populares la transición política y la crisis económica producto del cuello de botella que hemos alcanzado en esta etapa de avances.

Para construir legitimidad, los reaccionarios y conservadores instalan el caso Nisman. Que entre los convocantes se encuentren fiscales acusados de encubrimiento en el caso AMIA sólo muestra los verdaderos poderes e intenciones detrás de la marcha.

Por todo esto no hay que marchar ni legitimar dicha maniobra que tiene como objetivo producir cambiar las relaciones de fuerza en el Estado a favor de intereses reaccionarios y conservadores. Ese es el sentido real detrás del show mediático a favor de la “república”, las “instituciones” y la “democracia”; meras palabras si vemos como accionan esas corporaciones mediáticas, económicas y político-ideológicas en el recorrido de golpes y maniobras sucedidos en Latinoamérica para obstaculizar el camino hacia la segunda y definitiva independencia.   


  CONAPLA
Corriente Nacional Popular y Latinoamericana 

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