Por qué no marchar
Lo
que se pone en juego mediante esta marcha son dos cuestiones estratégicas para
el país que poco tienen que ver con “homenajear” a Nisman, más allá de quienes
se acerquen por sus intenciones democráticas.
Para
analizar esas dos cuestiones, primero es central reconocer el hecho de que
Nisman, junto al espía Stiusso, eran hombres ligados a la CIA y al Mossad
(servicio de inteligencia israelí), que por órdenes de la CIA y la Embajada
norteamericana decidieron poner como blanco a Irán como culpable del atentado
AMIA sin más pruebas que las de la propia CIA, y que decidieron mantener el
encubrimiento sobre los principales autores del atentado.
Nisman
hasta les pidió disculpas a los representantes norteamericanos por pedir la
captura de Menem por claro encubrimiento, aceptando las órdenes de sus jefes
del norte. Todo está documentado en el libro de Santiago O’Donnell
“Argenleaks”, que publica los cables de la Embajada.
Además,
debemos observar que la denuncia insostenible de Nisman, desacreditada por
quien fuera jefe de la Interpol, Ronald K. Noble, se hizo en el mismo momento en que el gobierno
decidió desplazar a Stiusso y los suyos de la Secretaría de Inteligencia,
debilitando la influencia de la agencia de Estados Unidos, la CIA. A su vez,
justo cuando se profundizan los acuerdos con China y Rusia, los BRICS lanzan
una nueva arquitectura financiera mundial, el yuan chino avanzan como moneda de
reserva mundial en competencia con el dólar y la maniobra de los buitres no
pudo cumplir el objetivo final de generar una crisis económica terminal en
Argentina.
También
hay que observar que Nisman fue puesto ahí por el propio gobierno, expresando
un acuerdo con los sectores neoliberales norteamericanos y británicos, que
compartían junto a los poderes emergentes el enfrentamiento con los neoconservadores.
Este
acuerdo con el bloque global angloamericano se expresó en muchas áreas de
gobierno (como en el Banco Central) y se puso en crisis a partir de 2011-2012
cuando los bloques de poder centrales se pusieron de acuerdo en que era
necesario ir contra los del “SUR”, contra los bloques de poder emergentes que
se habían fortalecido demasiado y que obstaculizaban el avance del capitalismo
financiero global.
A
partir de allí, tanto el ALBA como el MERCOSUR debían perecer, así como los
gobiernos que sostengan una política de mayor autonomía. Para el “NORTE”
América Latina debía ir hacia la Alianza Pacífico y el “capitalismo del siglo
XXI”, es decir, volver a ser una región semi-colonial.
Por
ello, una vez dicho esto, en realidad el 18F, más allá de los bien
intencionados ciudadanos que concurran, tiene que ver con dos cuestiones
estratégicas:
En
primer lugar se discute la geopolítica del país y su alineamiento en plena
lucha entre potencias a nivel internacional contra los bloques de poder
emergentes. “Occidente” y particularmente Estados Unidos e Inglaterra
definieron un eje del mal geopolítico: China, Rusia, Irán, Venezuela, Cuba,
etc. Todo acercamiento a dichos países, toda muestra de mayor autonomía, toda
construcción de un esquema de poder que posibilite salir de las garras del
imperialismo angloamericano, es visto como un desafío estratégico que no se puede
permitir.
Y
lamentablemente, el gobierno israelí y muchas de sus instituciones terminaron
siendo una herramienta del imperialismo neoconservador en vez de expresar otras
corrientes distintas al interior de sus pueblos.
Lo
que está en disputa es si Latinoamérica, en un esquema de poder con los BRICS
(Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), se integra de forma autónoma y
construye un bloque de poder para lograr desarrollarse, industrializarse,
defender sus recursos naturales y avanzar hacia la Justicia Social; o si la
región debe resignarse a un papel subordinado, a ser una semicolonia, en el
desarrollo del capitalismo financiero salvaje y global.
En
segundo lugar, en términos específicos, lo que se discute es la transición
política Argentina en un año electoral. Lo que está en juego es qué proyecto
político estratégico gobierna nuestro país. Lo que se está construyendo es la
legitimidad para un lado o para el otro.
Es
decir, si por un lado sigue en marcha un capitalismo desarrollista nacional,
que busca generar valor agregado e inclusión social, tener mayor independencia
a nivel internacional, no someterse al capitalismo financiero global con centro
en Estados Unidos e Inglaterra y construir un bloque regional. O, por otro
lado, retroceder hacia un neodesarrollismo conservador conducido por los
grandes grupos económicos locales, o hacia el neoliberalismo conservador para
volver al esquema de poder que gobernó al país entre el 1976 y el 2001. Ambos
tolerados y auspiciados por la Embajada.
Además,
existe un peligro mayor que observan los enemigos de los pueblos y algunos
auspiciantes del 18F, que es que profundicemos hacia un proyecto popular del
Estado, la Producción y el Trabajo.
Esto
es, nacionalizar el comercio exterior, constituir el Banco del Sur, armar una
moneda del Sur, construir una Petrosur, fortalecer el Consejo de Defensa del
Sur, avanzar hacia la recuperación del Banco Hipotecario, desarrollar una nueva
Ley de Entidades Financieras que termine definitivamente con la ley de la
dictadura, avanzar hacia una nueva Ley
de Educación Superior, recuperar el complejo de Industrias estratégicas que
asociadas al complejo científico tecnológico sean nuestros grandes núcleos de
desarrollo nacional-latinoamericano.
Esto
que llamamos “profundización” es la única forma de resolver en términos
populares la transición política y la crisis económica producto del cuello de
botella que hemos alcanzado en esta etapa de avances.
Para
construir legitimidad, los reaccionarios y conservadores instalan el caso
Nisman. Que entre los convocantes se encuentren fiscales acusados de
encubrimiento en el caso AMIA sólo muestra los verdaderos poderes e intenciones
detrás de la marcha.
Por
todo esto no hay que marchar ni legitimar dicha maniobra que tiene como
objetivo producir cambiar las relaciones de fuerza en el Estado a favor de
intereses reaccionarios y conservadores. Ese es el sentido real detrás del show
mediático a favor de la “república”, las “instituciones” y la “democracia”;
meras palabras si vemos como accionan esas corporaciones mediáticas, económicas
y político-ideológicas en el recorrido de golpes y maniobras sucedidos en
Latinoamérica para obstaculizar el camino hacia la segunda y definitiva
independencia.
Corriente Nacional Popular y Latinoamericana
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