lunes, 18 de abril de 2016

NO al Golpe en Brasil: Profundizamos el proyecto Popular Latinoamericano o Retrocedemos

El golpe sobre Brasil pone en crisis el proyecto político regional de desarrollo autónomo cristalizado en el MERCOSUR, el ALBA (ambos en un proceso de convergencia, con países del ALBA que se incorporan al MERCOSUR), la UNASUR y la CELAC, en tanto Brasil es el territorio principal, por su escala, del proyecto regional.
Lo que en realidad está en disputa detrás del juicio político a Dilma Rouseff es el lugar de Brasil y Latinoamérica en el próximo orden mundial en ciernes. Se da en un marco en el que el proyecto neodesarrollista nacional-popular de Brasil transita una crisis, que en gran medida es de envergadura regional.
Ello nos posiciona como bloque emergente en una encrucijada histórica, donde se agudizan los enfrentamientos entre proyectos políticos estratégicos en la región y Brasil por su escala e importancia es un núcleo fundamental en disputa.
El eje central de las fuerzas neoconservadoras y neoliberales es la discusión sobre corrupción, la demonización de la política y de lo público estatal, en detrimento de los procesos de transformación nacional popular. Es decir, la deslegitimación de la política como instancia de participación y movilización popular, y del “estado” en tanto herramienta de los pueblos contra el “mercado”.
Mediante la discusión sobre las formas políticas y la corrupción se pretende desviar el eje político central que atraviesa a Brasil y a Suramérica: soberanía o dependencia. Se compone una fórmula completamente insostenible desde los datos de la realidad, donde lo público es igual a lo corrupto e ineficiente mientras que lo privado y el “mercado” es igual a lo íntegro y lo eficiente.
Basta hacer un breve recorrido por el sinnúmero de fraudes financieros de los últimos años, revisar el sistemático lavado de dinero por parte de los principales bancos transnacionales u observar el comportamiento de los gobiernos y las corporaciones en las principales potencias capitalistas para dar por tierra dicho razonamiento.
Tanto el ex presidente ‘Lula’ da Silva como la presidenta Dilma Rousseff hicieron de la petrolera Petrobras un núcleo estratégico para el desarrollo nacional autónomo –“el futuro de Brasil”— tras el descubrimiento de nuevos yacimientos en 2006.
En Petrobrás –junto con el banco estatal de desarrollo (BNDES), la estatal Eletrobras y su subsidiaria Eletronuclear, etc.— se anuda el núcleo de poder del proyecto neodesarrollista nacional-popular de Brasil. Este está conformado por un sector de la fracción de grupos económicos locales-regionales (Odebrecht, Carmago Correa, etc.) y los cuadros políticos y estratégicos neodesarrollistas; los sectores nacionalistas de las fuerzas armadas y del complejo industrial-militar; las fuerzas populares y el PT en tanto partido que articula y expresa con tensiones a dichas fuerzas y a las aspiraciones populares.
Petrobras y el conjunto de las industrias estratégicas de estado constituyen el núcleo fundamental para impulsar otra matriz productiva nacional, que desarrolle las fuerzas productivas locales, otorgue independencia económica y posibilidades reales de autonomía regional. Hoy en Latinoamérica ese es el gran cuello de botella que transitamos y las burguesías locales neodesarrollistas no van a resolver dicha cuestión: no sólo por una cuestión ideológica, sino porque no poseen escala ni capacidad tecnológica para hacerlo.
De los presupuestos de miles de millones de reales, según la investigación judicial se desviaba un porcentaje cercano al 3% para empresarios y políticos. Entre los políticos investigados, la mayoría no pertenecen al PT sino a partidos aliados e incluso opositores, quienes supuestamente recibían los sobornos para asegurar gobernabilidad en el parlamento ante la falta de mayoría propia del PT. El Partido Progresista, que forma parte de la coalición de la presidenta Dilma Rousseff, es el principal partido investigado: el Supremo Tribunal autorizó que se investigue a 32 de sus miembros. Le sigue el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), con siete miembros investigados. El Partido de los Trabajadores (PT) mantiene seis de sus miembros bajo sospecha. El opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y el Partido Laborista Brasileño (PTB) tienen uno cada uno.
El blanco por parte la mayor parte de la oposición y de los propios partidos aliados que empiezan a cambiar de bando, es el gobierno de Rousseff. El objetivo es la caída de Dilma Roussef y la pérdida de legitimidad de Lula, que es el hombre fuerte ante las elecciones de 2018. El PT, junto al movimiento obrero, los movimientos sociales y el movimiento estudiantil siguen representando la amenaza principal para las fuerzas neoconservadoras y neoliberales.
No debe perderse de vista que el golpe sobre el núcleo neodesarrollista nacional popular de Brasil se da en un escenario de agudización de las contradicciones entre los polos y bloques de poder mundial.
Se da en una situación de debilidad del conjunto de los bloques emergentes, donde influye de forma determinante la baja del precio de los commodities, disparada a partir de la guerra civil en Ucrania y lo que el Papa Francisco llama como el desarrollo de una tercera guerra mundial fragmentada. Sin dudas, el plano de la guerra económica que no sólo se compone de sanciones financieras, se ha profundizado como parte de este enfrentamiento global.
A partir de la guerra civil en Ucrania, la presión contra los bloques de poder emergentes se ha profundizado. Las fuerzas del capitalismo financiero transnacional, expresadas en el polo de poder angloamericano, necesitan avanzar en un nuevo orden mundial y los poderes emergentes constituyen una traba fundamental para ello, ya se traten de proyectos poscapitalistas, neodesarrollistas o formas en transición.
La única respuesta que podemos dar a esta embestida neoliberal contra la región es el camino de la UNIDAD y REORGANIZACIÓN del campo popular para profundizar el proyecto popular latinoamericano para detener el avance del proyecto financiero.

En el proceso de transformación que debemos encarar, necesitamos desarrollar los bloques de poder periféricos y pensar en un Estado-continental, con una industria y una matriz ideológico-cultural propia. Sin escala Latinoamericana no es posible la liberación de nuestros pueblos: O constituimos un Estado Continental Plurinacional Latinoamericano o seguiremos siendo semi-colonias con mayor o menor nivel de desarrollo y capacidad de lucha para mejorar las condiciones locales.

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